sábado, 22 de diciembre de 2007

LA LUNA ESPERANCINA

Aquél que nace contemplando el plenilunio del cielo de La Esperanza, lo guardará durante toda su existencia impregnado en su conciencia.

La luna esperancina brilla hasta la muerte en el cerebro del que nace. Tiene un brillo como de las esmeraldas. Los naturales del lugar dicen que cuando los niños vienen al mundo en tiempos de luna llena serán sabios o ricos.

Aprenderán muchas cosas y su palabra se hará escuchar por los vientos, llegará más allá de la cordillera y retumbará en los valles del pillco.

Sino tendrán mucho dinero, atesorarán mucho.

Ellos podrán quedarse en su tierra o buscar diferentes caminos por las rutas de la vida. Los que se quedan tendrán que cuidar del verdor de los cerros y que los duendes de Jancao no sequen la quebrada de Mancapozo. Si se van siempre deben de regresar y caminar el sendero de acequia alta hasta la quebrada.

Ahí otra vez dejarán su huella en una noche de luna como cuando nacieron, entonces los bienes seguirán siendo pródigos con ellos, si es que no se olvidan del taita San Juan cada 24 de junio.

El Patrón del Pueblo fue el que ordenó que se vistiera de flores el valle, junto al alcacer y la hortaliza.

Por eso, cada día grande el sol brilla más, hasta que en la noche de luna esplendorosa se prende de brillantes y todo se ilumina.

Nadie puede verlo, porque su luz enceguece. Quien se atreve a levantar los ojos y trata de mirarle, soñará por el resto de su vida con el Cojo Codino.

Todo es un momento, todo pasa y otra vez la quietud, el cielo azul, la luna llena y las estrellas brillan en las almas, mientras gotas de rocío caen sobre el corazón del cholo esperancino.

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