sábado, 22 de diciembre de 2007

EL TAITA SAN JUAN

Fue una noche que tocaron la puerta de la casa. Corrían los últimos años del cuarenta. Mi madre la abrió y se encontró con un grupo de personas, encabezados por don Juanito Cercedo, quién en ese entonces era el Teniente Gobernador. Venían a conversar para que el pueblo tuviera su imagen, su Santo Patrón.

Ella sintió lo inefable de aquel compromiso, vi brillar sus ojos de emoción y les dijo que se comprometía a traer el santo que el pueblo deseaba.

Al día siguiente marchamos a Huánuco y ahí donde Juan Laus, que vendía imágenes en su taller ubicado en el jirón Hermilio Valdizán, a la vuelta del Mercado Antiguo.

Ahí, en ese lugar, mi madre encontró la imagen que buscaba: San Juan. Imponente, con una mirada bondadosamente seria, el rostro barbado. Todavía quedaba entre nosotros la ausencia de nuestro padre grande, mi abuelo Juan Lazo.

Llegó el día en que había que recogerlo. La comisión emprendió camino a Huánuco en el carro de Augusto Matazoglio. En el camino el señor Morales, papá de Simón, le contó a mi madre que no pensaba ir, pero habían ido a llamarlo y que en la noche había soñado, que un señor de edad le encargaba su bastón.

Vistieron a la imagen, ayudó muy diligentemente en esta tarea Carmecita Ruiz. Cuando ya lo iban a subir al carro, de al pie alguien le pasa la voz a Morales, que se había quedado arriba, para que le reciba la cruz. Por eso siempre decía yo fui el primero que soñé con el señor sin conocerlo.

De retorno al pueblo. Monseñor Teodosio Moreno Quintana ofició la Santa Misa, bendijo la imagen y lo declaró su Santo Patrono. Ese día gran cantidad de niños y niñas se confirmaron.

Ahí está la imagen, en la capilla, ubicada junto a la escuela donde estudiamos. Así llegó al pueblo esta imagen, a quien los esperancinos celebran cada 24 de junio, en la festividad más importante. Todos retornan a festejar al Taita, a darle gracias por los favores recibidos. A cumplir alguna promesa.

Su rostro lo tengo impregnado en mis retinadas, siento su mirada en mi recuerdo de niño y su mirar severo la última vez que lo visité, cuando cansado de ser adulto quise reencontrarme con él.

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