sábado, 22 de diciembre de 2007

HUALLAYCO CUADRA TRECE ...

“Llorarás como he llorado
sufrirás como he sufrido
en el barrio de Huallayco …”

… y lo volvemos a cantar a pecho abierto, ahí en una combi. En plena Avenida Brasil, a golpe de medio día, cuando nos encontramos en Lima después de mucho tiempo.

El me vio desde el último asiento cuando yo me doblaba para ingresar al vehículo y sentarme en el primero que estaba desocupado, cuando arrancó con la muliza, reconocí su voz gutural y me uní a su coro, sin importarme los pasajeros, sin importarme el chofer, cantamos juntos así abriendo el corazón de par en par, con el sol alimentando el torrente del alma, mientras la combi corría, toreaba a otras combis y el cobrador llamaba pasajeros.

Lo había reconocido, desde cuando era adolescente y él un niño, sabía quien era. También sabía que no estaba con tragos. Estaba más ecuánime que nunca. Y volvimos a repetir por segunda y tercera vez, a nosotros que nos importaba que los pasajeros se empezaran a impacientar. Era imposible el abrazo porque también era imposible movernos de nuestros asientos y acercarnos, ni siquiera mirarnos, apenas en el interior del carro había espacio para nuestra melodía. Su voz se quebraba cada vez más por lo mismo que mis ojos se nublaban de emoción, mientras intensificaba el fervor de su canto, su sinceridad expresiva. La sinceridad huallayquina se siente. El sentimiento huallayquino se transmite a lejos y lo percibimos fácilmente quienes crecimos de la Alameda para abajo …

Ahí en la combi corriendo Lima y cantando a Huallayco. Cantando a nuestras vidas, a nuestra infancia crecida entre juegos de huarilla en la esquina de la cuadra trece, haciendo renegar a la buena doña Anquicha Vda. de Villaflor que tenía su tienda, vendía pan y chicha de jora, pero por sobre todo nos regalaba con buenas requintadas cuando apoyábamos nuestros pies en los muros de su casa.

Si, esa infancia crecida en la canchita que había en la casa de platanazo Mañuco, primero se ingresaba por la cuadra doce pero después ya fue por el jirón Constitución. Ahí jugábamos partidos de sol a sol. La cancha era mas o menos del tamaño de un campo de fulbito, pero tenía arcos casi tan grandes como los de fútbol y el gol valía de todo lugar. Durante las vacaciones escolares los partidos empezaban muy de mañana, en temporada escolar a la salida del colegio, después de las cinco de la tarde hasta no se que horas cuando había luna. Ahí se armaban los equipos de hinchas de la “U” y Alianza, estos sacaban hasta dos equipos cada uno mientras que los de Cristal tenían que juntarse con el Muni. O si no los más tromes chuzaban, generalmente eran el Piqui Malpartida, Meguido, Oshquín Sifuentes entre los grandes; entre los menores los equipos los armaba Neto Anguez, hermano menor de platanazo. Los partidos terminaban a diez goles, a veces a diez recién se cambiaba de arco. Todo ante la complaciente mirada de doña Nelly y a veces de don Manuel que con su infaltable cigarro comentaba entusiasmado las escenas de los partidos. Que buena gente, como nos aguantaban y ante algún inconveniente únicamente se ponían serios …
… sobre las piedras de la cuadra tres del jirón Constitución donde el mono Abilio improvisaba su arco para volar de piedra a piedra, sin importarle quedar con los codos y rodillas malogradas, donde el negro Meguido lucía su habilidad de dominar quitándose los zapatos y jugar galachaqui burlándose de todos. Ahí en esa misma esquina donde Meguido en su dimensión cinematográfica del “Rayo” libraba duelos con el “Aguila” Piqui Malpartida. Desde la esquina de la panadería “Pinocho” se escuchaba el cantar “Me dicen el “Rayo” mi nombre de pila Meguido Rozales amigo del bueno …”,ponía sus manos en jarrita a la altura de la cintura, mientras miraba a las alturas con sus pequeños ojos que parecían confundirse con sus picaduras de virhuela, atrás de él su collera, su hermano el burro Ishau, mi compadre “Hacha”, Lucho hermano del “Aguila”, Toño, los Ibertiz, mientras que en la otra vereda de la diagonal opuesta, en la puerta de la tienda de don Elías Nieva, el Piqui vestido de negro, con un águila negra bordada en la espalda de la camisa, entonaba “Yo soy el águila negra por toditos los caminos …”, seguido por su primer escudero el Chinche Anguez, los hermanos Capulí y Soplacandela Becerra, el Picuro Nieva. Se daban vueltas y vueltas, tratando de lucir cada uno sus aprestos mejicanos, con estrellas blancas en las botas, no había cuando dispararan, nunca hubo ningún duelo, a veces pasaban toda la jornada nocturna, concitaban la expectativa de los vecinos, al final cada uno para su casa, no había, no hubo, ni habrá duelos entre huallayquinos.

Si, entre huallayquinos nos juntábamos como cuando festejaban sus triunfos los “Intimos de Huallayco” en la casa de don Juan Ampudia , que vivía en la cuadra trece, dos puertas más allá de la esquina de doña Anquicha, además de su tienda que tenía en la esquina de la cuadra doce. Los “Intimos” vestían con los mismos colores de Alianza Lima, era más fuerte que la misma selección de Huánuco, no sólo por la calidad futbolística sino porque había equipo, no sólo para armar juego en la cancha sino en la vida, había identidad, ahí estaban el “Cholo” Walter, Dimas Garay, Víctor y Roque Quiñónez, Jacha Caldo Ratto, Severo Deza, los Palomino, Tito Gonzales, los curas Jesús y Lobito, Garapuy Lazarte, el Chancho Mario, mi compadre Mecho y tantos otros, después de cada partido se reunían y la cosa continuaba entre copas y guitarras, nosotros mirábamos desde lejos, como el día de la bronca de Pilanco contra tres zambos en el bar Pilsen de don Juan Ampudia en el jirón Constitución, contrasoleó a uno y los otros corrieron.

Surgió después el “Rodillo Negro” allá por el cincuenta y séis, camisetas azules regaladas por don César Augusto Montes Bravo. Fue iniciativa de Lucho Pacheco, hermano mayor del Cuervo, Gildo y Raúl, que vivían a mitad de la cuadra doce, cerca de la familia D’Ambrosio y a la señora Panchita y frente a don Max Saldivar que tenía su pirotécnica donde se dice que al final se dedicó a hacer cohetes terrestres. Estaban en el equipo mi compadre “Hacha”Porfirio Tello, Piqui Malpartida, Oscar Sifuentes, “Chicote” Eusebio Alvarado, Shimu Ferrari, Encarnación Bravo en el arco, luego se incorporaron Carlos Chang, Raúl Ballarte y Juan Blengeri, su Presidente era Julio César que trabajaba en la lavandería Primavera. Nos dábamos de igual a igual con el “Mateo Aguilar” con quien empatamos en el Maracaná. Huiqui Bernal nos hizo el gol y empató el cabezón Carlos Rojas La Torre. Una vez hicimos una gira a Tomayquichua, jugamos contra el Independiente y empatamos a un gol. Cuando lindaba el medio día y hacíamos hora para el partido llegó Huiqui Bernal, que había venido a pie desde Huánuco para reforzarnos y fue él quien hizo el gol de empate.

Ahí seguimos creciendo, luego el Defensor Huallayco con calichines, infantiles y juveniles, que tal equipazo, un solo juego de chompas para las tres categorías. Amarillo con negro. Nos las regaló don Dante Ibertiz Rojas, quien fue a vivir donde antes domicilió don Juan Ampudia. Calichines el Mono Abilio, Rica Malpartida, Toño Ballarte, Ishau Rozales, Mellizo Estela, Picuro Nieva, Oscar Beteta, Neto Anguez, Antar Espinoza, Chimplis García, el negro Guisáosla, Dante Ibértiz, Américo Ibértiz. Rochi Mercado y Aldo Ramírez preferían jugar por los infantiles junto a Papa Amarilla Millán Mañuco Espinoza, Piqui Malpartida, César Mercado, Hugo Becerra, el Negro Bermúdez, Antuco Rochabrún, Carlos Rodas, Arnulfo Rivera, mientras que por los juveniles Shimu Ferrari, Hacha Tello, Meguido, el Gringo Rochabrum, Penshe Belgrano que vino a vivir al barrio frente al Señor de Los Molinos donde vivía el Loco Licurgo, hermano de Hugo el Sivori de Ambo, justamente fue Tofi Domínguez que vivía en su casa quien gestó la fundación del Defensor, nombre que le puso Shimu Ferrari, a quien lo hicimos participar en carreras de bicicletas en más de una oportunidad, en una ocasión casi gana si el loco Faco no le echa tierra a su cara a la altura de Cayhuayna, haciéndolo rodar … pucha trato de acordarme y ya no me acuerdo de muchos …La vez que participamos en un campeonato de fulbito para mayores organizado por el Club Defensor Amarilis, ingresamos con cero puntos a partir de la quinta fecha a reemplazar a un equipo que se había retirado y en unas cuantas fechas estábamos a tiro del puntero cuando se suspendió el torneo por falta de campo, esa vez jugaron Juan Izarra en el arco, el “Gringo” Rochabrum y César Mercado en la defensa, en la delantera Mañuco, Piqui. Hugo Becerra, Antuco Rochabrum …

Ahí entre el fragor del tránsito corrieron los colores blanquiazul, amarillo y negro. Vibraron en mi corazón las cuerdas de Tamariz, Ubaldo y Juan Ortiz la noche que juntaron sus guitarras y sus voces en una serenata en la esquina de la cuadra doce. Tamariz, extraordinaria primera, chiclayano, se casó con la hermana de Chalaquito que vendía zapatos en la tienda de un chino en el jirón Huánuco, llegó a grabar con el Trio los Astros de su tierra un LP al haber ganado un concurso nacional. Ubaldo ya se había hecho al ambiente huanuqueño, chongoyapano, ahora más huanuqueño que el locro de gallina, dueño de un punteo especial y una voz melodiosa lista a destrozar el alma con un bolero o picar la jarana con un vals, cuando no se le entraba la de cantar pasillos y Juan Ortiz, una guitarra menos jaranera, pero con una digitación formidable, siendo su fuerte los boleros de Los Panchos, solo faltaba Gumicho Atencia que esa vez dictaba clases en la Escuela Nacional de Música en Lima … Y junto a ellos surgía coqueteando los vientos de la Pampa de Puelles, la voz cascada por las noches de bohemia pero llena de sincera melodía del Plebeyo Gonzales, con esa canción que por mucho tiempo fue emblema de nuestras noches de bohemia “Del Callao yo me alejé con las ansias de rodar … “.

Se vinieron las noches de jarana adolescente, cuando aprendíamos a ser mayores, ahí el parque Amarilis donde nos reuníamos en noche de luna y si no la había mejor, para beber cinzano o menta y con una guitarra a los acordes del “Chancho” Lara cantar “Eres como un tronco seco aunque lo rieguen no brota …” o a todo pecho rompernos con los boleros de Lucho Barrios “Adios ya me quedó sin ti …” o “Me engañas mujer con el mejor de los amigos que fue …” y entregados a las reminiscencias afectivas sacar todo lo que teníamos adentro, ahí terminaban todos nuestros silencios y nos salía el bobo y el nombre de la que nos rompía el pecho, brindábamos por ella y nos convertíamos en los más grandes conquistadores aunque al otro día la miremos y nos pasemos a la otra vereda … Aparecieron las noches en que nos íbamos al chongo con el “Cuervo”, él tenía Libreta Electoral, entonces no había problema, ahí veíamos tocar a Calilo con el Plebeyo y Toledo, en esa época todavía no había radiola, nos vacilábamos mirando a la Julieta, aunque al día siguiente terminemos nuestra libido con la “Ajiaco”, si compadre te acuerdas de la “Ajiaco” , ahí debutaron sexualmente casi todos los de Huallayco, cobraba no más de cinco soles y hasta aceptaba como prenda las corbatas, cristinas e insignias del colegio. Dicen que cuando no las sacaban en una semana se las daba a Shimu para que las vendiera.

De pronto sentí miedo, sí miedo que me dijera de repente aquí me bajo o que terminara la canción, que todo había sido una hermosa ilusión como los amores de adolescentes nacidos y eternizados en Huallayco, en la cuadra misma. Pero sentí mas miedo de mi olvido, de olvidar todo lo que era mío, de todos, de nosotros, mi recuerdo, nuestro recuerdo, las horas que hicieron crecer nuestra infancia para hacerla pubertad y adolescencia, hasta que llegó la hora de buscar gomina y comprar chicle, después de haber fumado cigarro a escondidas. Si miedo de mi olvido de esa cuadra donde ahora los bisnietos de los mayores que vieron nuestra infancia son la nueva niñez. Habían pasado muchos por todas las viviendas, estuvieron por más de cincuenta años, don José Ballarte Alvarado y su esposa Juanita Zevallos de Ballarte, y también doña Anita Orihuela, esa gran voleibolista, que domiciliaba al frente, todos ellos también ya partieron, fueron los últimos testigos de nuestra infancia que no se ha ido de la cuadra trece.

Y también sentía miedo de bajarme primero, ojalá lleguemos juntos al terminal, pero no era posible. Hasta que en una esquina tuve que descender. Voltié la cara antes de hacerlo y nos miramos a través de la bruma del llanto … Me gritó con trémula energía ¡chau compadrito! … ¡Huallayco Vida! … yo atiné a gritarle ¡Compadre Ñigo! ¡Compadre Ñigo!. Arrancó el carro, cruce los brazos sobre mi pecho, el no dejaba de agitar su mano que se perdía a la distancia a través del parabrisa posterior, desapareciéndose el vehículo en el laberinto del tráfico, bajé la cabeza., cubrí mis ojos con mi mano derecha mientras en silencio cantaba una parodia:

“En Huallayco yo nací
en el Centro yo estudié
en Leoncio Prado sentí
toda el ansia juvenil …”

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1 comentario:

Marisol dijo...

Me inquieta el ànima deseosa de escribir un comentario, al respecto
Con su consentimiento, querido profesor, si, profesor (si mi fràgil memoria no me traiciona, recibi de usted didàctica, o en el C.N N.S de las Mercedes o en el centro pre-universitario- UNHEVAL_ quiero manifestar mi sentimiento emotivo en cuanto a la descripciòn de vivencias y recuerdos suyos; pero que de alguna manera reviven en el lector nostalgia y amor por la tierra que nos acoje (Huànuco).
En modo personal, me conmueve de còmo la amistad cultivada, en los tiempos, renace con intensidad y sentimiento ùnico sin limites de tiempo y espacio; y como compania pasajera estan los recuerdos del pasado. (me tendra pensativa por unos dias la triste e insolita despedida entre dos amigos)
Profesor, Panay Lazo, sin dudas el articulo "Huallayco cuadra trece..." es vivo, natural y sencible que, seguramente, refleja la personalidad suya y la de un buen escritor.
Debo decir que entre otros articulos importantes de amigos de Huànuco he iniciado a despaginar los suyos, naturalmente de gran interès y nutrimento cultural.
Cordiales saludos desde Italia.
(17 de julio 2008)