Al Maestro Augusto Cardich
Lauricocha:
Morada
universal,
frio
glaciar
cuna
inmortal
de
pasos infinitos,
en ti
florece
la
piedra germinal
de la
esperanza.
Abrevadero
de sed
interminable,
de
milenios de cultura
que
crecieron
desde
la chaquitaclla,
en el
quechua generoso
de la
altura.
Profundidad
caminante
de
siglos andinos,
construyendo
desde
la roca amorfa
hasta
el magma
el
rostro inviolable
del
sol.
Canción
de
vientos,
que
hizo poesía
de la
primera
onomatopeya
que
gritó tu cima
desgarrando
la
tempestad amorosa
de las
nieves.
Montaña
sin
silencio
mensajera
de la tierra,
elevada
con los
rayos
de la
tormenta
en el
pecho
de tus
hombres.
Sobre
tu
tierra
fue
el primer
acto de
amor,
mientras
el puma rugía
y el cóndor
en
cosmogónico vuelo
doraba
el medio día.
Ahí
en tu
pecho milenario
está la
América primera,
que
multiplicó
su
cimiente,
junto a
tus aguas
que
subieron
en la
fiebre multicolor
de tus
estrellas.
Esfera
universal
de
Augusto,
Maestro
recolector
de frutos
no
inventados,
cazador
de fieras
invisibles,
dialogante
de tus
manos labradoras,
descubridor
de tus
huesos
y tus
carnes.
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